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“QUIENES ESTAMOS CONSCIENTES DE LA GRAN OBRA DEL GOBIERNO MILITAR,
ANULAREMOS NUESTROS VOTOS EN LAS FUTURAS ELECCIONES (DE CONCEJALES),
EN DEMANDA DE LA LIBERTAD DE LOS SALVADORES DE CHILE ENCARCELADOS,
Y POR EL FIN DEL PREVARICADOR ACOSO JUDICIAL EXISTENTE EN CONTRA DE ELLOS”

miércoles, 12 de noviembre de 2008

Chile: ESPECIAL SOBRE INFORME DE LA TORTURA

Gonzalo Vial El terrorismo, la violencia física extrema para imponer una idea o hacerle propagada, acarrea invariablemente la tortura.

Los países más desarrollados, civilizados, liberales, tan pronto enfrentan el terrorismo, ven aparecer —como una maldición— la tortura. Algunos ejemplos:


1. La Cuarta República Francesa, antes de De Gaulle. Epítome de la democracia partidista, pluralista, igualitaria, y del legalismo, cae sin embargo en la tortura —y una que hace historia por su mezcla de crueldad y sofisticación—, dirigida contra el terrorismo de los argelinos que demandan su independencia.


2. Gran Bretaña, cuna de las libertades públicas. Recuerdo la mesa de los almuerzos de Qué Pasa, a comienzos de los años ’70, cuando un entonces joven Robert Moss, periodista y novelista inglés de fama, pontificaba con cierta suficiencia para enseñarnos —decía— algo que los chilenos ignorábamos: que la represión del terrorismo puede hacerse con respeto del marco legal y desde luego sin tortura. Era, agregaba, la política de su patria, Inglaterra, respecto de la IRA irlandesa. Un poco tiempo más, y se hacía público que los ingleses empleaban habitual y extendidamente los más duros apremios ilegítimos contra ese movimiento terrorista.


3. España posfranquista, democrática y socialista. Gobierna Felipe González. A su momento se descubrirá que existe una policía secreta dentro de las policías secretas, creada por el mismo Gobierno, que opera sin barreras éticas —tortura incluida— para reprimir al terrorismo vasco de la ETA.


Tortura y violencia política hasta 1973

Chile antes de 1973 no estuvo exento de la asociación terrorismo/ tortura. Aquél parecía llamar a ésta, como en Argelia, Irlanda y el País

Vasco.

Claro que Chile era un país democrático e institucionalizado, y lo que sucedía entonces no puede parangonarse con lo que sucedió después. Pero de todos modos, apenas aparece el violentismo político en la presidencia Frei Montalva —desde 1968 adelante, con grupos y grupúsculos variados, y luego con el MIR, el MAPU, explosiones aisladas de bombas, los primeros asaltos a bancos, etc.—, se denuncia que las personas mezcladas a estos actos, por lo común estudiantes, han sido objeto de torturas.


Veamos un solo ejemplo: un alumno de la Universidad de Chile y dirigente juvenil del MAPU afirma en julio de 1968 que lo detuvieron, el mismo día, primero el Grupo Móvil de Carabineros y luego la Policía Política

de Investigaciones. Después de taparle la vista con una tela adhesiva —cuenta—, lo golpearon e interrogaron durante veinticuatro horas seguidas.

Tema, el MAPU: su estructura, estrategias con estudiantes y campesinos, relaciones con el MIR, etc.

“Cuando terminó el interrogatorio fui desnudado y me lanzaron agua fría, para en seguida dejarme en una celda de baldosas durante seis horas. Antes de vestirme me frotaron con un líquido inodoro”. (Estrategias de tortura usuales, destinadas a borrar los rastros físicos

que pudieran delatarla.)

El joven relató los hechos que anteceden en el acto de constituirse el Comité de Defensa de los Derechos Humanos y de Solidaridad con los Presos Políticos. Figuraba ahí Clotario Blest, ex presidente de la CUT. Tiempo después se incorporaría el más tarde jurista máximo de la UP, Eduardo Novoa. Dicen que también un joven del PS, ex radical, Ricardo Lagos Escobar, anduvo en la defensa de los supuestamente perseguidos y torturados por el gobierno de Frei.


Más adelante se multiplicarían las denuncias, hasta concluir ese gobierno. El asesinato del general Schneider, en 1970, desató una intensísima y urgida investigación, en la cual varios de los implicados o sospechosos fueron víctimas de severas torturas y vejámenes.


Ni siquiera el gobierno de Allende estará libre de cargos al respecto.

En agosto de 1972, Investigaciones hace una redada en Lo Hermida, buscando “delincuentes de la extrema izquierda” (El Siglo). Resultado: enfrentamiento de detectives con pobladores, muere uno de éstos y seis quedan heridos. Otros, presos en el cuartel de la policía civil, calle Zañartu, denuncian torturas. De creer a Punto Final, uno de ellos se baja los pantalones ante el Ministro de Vivienda Luis Matte y la diputada Laura Allende, y muestra sus testículos sangrientos e hinchados.

El Director de Investigaciones es socialista, y el Subdirector comunista.

No relato los casos que anteceden para justificar, con el recuerdo de estos apremios, los mucho peores que después seguirían. Sólo busco el recalcar el vínculo constante que en cualquier época —1968, 1970, 1972— liga la extrema violencia política, particularmente terrorista, con la tortura. Aquí como en el resto del mundo.


¿Por qué tan curiosa, pero invariable, asociación? Tiene varios motivos:

— El torturador, al ser las autoridades las principales interesadas en esclarecer este tipo de crímenes, se siente seguro de quedar impune.

— El gobernante presiona a los jefes policiales para que “muestren resultados”, y aquéllos trasladan la presión, centuplicada, a sus inferiores, impulsándolos —sin necesidad de decirlo derechamente— a la tortura.

— Sienten también los policías de todos rangos el peso de la opinión pública, asimismo urgida porque se resuelvan los crímenes violentista- terroristas, sobre todo si ha habido muertes de inocentes.

Naturalmente, si el gobierno atacado es dictatorial o autoritario, desaparecen o disminuyen en eficacia los controles externos a él —prensa,

Congreso, Tribunales— que pudieran amortiguar la asociación entre terrorismo y tortura.

Ella, para terminar, beneficia políticamente a los terroristas. Los pone en un mismo nivel ético con el gobernante, deslegitima a éste y deteriora su defensa, jamás erradica la violencia que pretende combatir. La tortura siempre es inútil.

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